En los meses de noviembre y diciembre esperaba recoger mi cosecha de cebada y arroz. El terreno que había cultivado y cavado con este propósito no era muy vasto, puesto que la semilla de la que disponía no superaba un medio celemín para cada especie.
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Podría decir en verdad que había trabajado para obtener mi pan, lo cual era algo maravilloso, y que resultaba sorprendente la multitud de pequeñas cosas que hacían falta para proveer, producir, cuidar, preparar, disponer y terminar un solo pan, cosa que seguramente pocos se han detenido a pensar. (Robinson Crusoe)
Nosotros si lo hemos pensado, ya que nos damos cuenta de lo trabajoso que resulta tener una huerta. En nuestra isla, regada por la acequia Tarramonta, entre frutales, cultivos de maiz, espárragos y tabaco, mantenemos una huerta ecológica de verano.
En ella hemos recogido coliflores, ajos y puerros. También plantamos pimientos, regamos y abonamos con estiércol de nuestros animales.
Además, trasplantamos unas pequeñas encinas para, en casa, cuidarlas con cariño, sol y agua. Cuando se hagan un poco más grandes, si las llevamos al monte, ellas cuidarán de nosotros.
Y los agricultores también sacaron tiempo para prepararnos sanos, deliciosos y refrescantes pinchitos de futa que, más que comerlos, los devoramos.
¡Aupa la Roja!
Pero que cosas tan ricas! Lo que hubiera disfrutado Robinson en nuestra querida vega!
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