Del mismo modo que Robinson recolectaba frutos, nosotros nos hemos subido en una morera para tintarnos los dedos recogiendo moras. En este árbol procedente de Persia (Morus nigra) maduran en verano unas bayas muy ricas en vitamina C que pueden comerse directamente o hacer con ellas confituras, jarabes o bebidas; también puedes tatuarte con ellas o mancharte la ropa ...
Y ya que disfrutamos de las bondades de este árbol asiático, dedicamos un rato a transplantar encinas (Quercus ilex) desde el semillero a unos tiestos. Nos las llevaremos a casa con la intención de, cuando sean más grandes, contribuir a la repoblación de nuestro bosque mediterráneo. Necesitan agua, sol, mucho cariño y paciencia. Observar lo despacito que crecen nos permite apreciar el valor de nuestros bosques; no son el capricho de un día, sino el lento buen hacer de la naturaleza.
En la mesa de Crusoe era también corriente encontrar tortuga de segundo plato. Nosotros no nos las comemos; al contrario, las cuidamos con mucho esmero. Lo que veis en la foto no es una tortuguita con gafas, sino un náufrago muy trabajador limpiando el tortuguero.
Y para conseguir la bolsa de arroz, de pólvora y de monedas tuvimos que esforzarnos realizando multitud de pruebas muy divertidas.
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