El capítulo comienza con la visita de una gran amigo, un viajero entre varios mundos como Bastian, que tenemos el placer de acoger durante un par de días. Es Eugenio al que tenemos tanto cariño como a Atreyu.
Y este viernes, cuando terminamos de leer las libretas viajeras con las que compartimos nuestras historias también interminables, cuando damos los últimos retoques a nuestros personajes de Fantasía, aparecieron dos viajeras.
Vestían igual y repetía una lo que decía la otra. Nos contaron esto:
Nos presentamos ante vosotros. Traemos una misión. Somos de la Ciudad de Mimbre, de Ýskal. Venimos de más allá del Mar de Niebla. Somos yskálnaris y no tenemos nombre. Salimos de nuestra ciudad más de diez viajeros y hemos llegado solo dos al Mar de Niebla. Pero no echamos a nadie en falta.
No somos capaces de comprender lo que cuentan los cuatro vientos. Los comerrocas, los diminuteses y los silfos nocturnos son capaces de hacer cosas juntos a pesar de sus diferencias. Eso es imposible. Os retamos a que lo demostreis. Os estaremos observando montadas en pájaros negros de niebla.
No se creían que, a pesar de ser diferentes, nosotros y nosotras si somos capaces de hacer cosas juntos. Tal vez no lo comprenden por que en Yskal la cooperación se basa en que todos son idénticos, piensan igual y el individuo no importa; solo es trascendente el funcionamiento armónico de la comunidad.
Y como aquí colaboramos en todo, decidimos demostrárselo con un lenguaje universal, el juego.
De este modo también nosotros aprendemos una lección que Bastián siempre atesoró en su corazón. Cuando él deseó tener una comunidad, llegó a Yskal, la ciudad de Mimbre. En ella encontró una armonía sin límites. Nadie discutía y todo se realizaba de un modo cooperativo. Pero se dió cuenta, navegando en el Mar de Niebla, que allí el individuo no contaba, que era prescindible. Lo complicado y realmente maravilloso es encontrar una comunidad entre gentes diferentes.
Jugamos con la tela de colores, con el peléle y las sogatiras. Unimos fuerzas e ilusiones para conseguir retos mayores que nuestro tamaño y que todos los tamaños.
Satisfechos, tras la merienda nos dispusimos a disfrutar del Agua de Vida. Eso sí, con moderación. En la Historia Interminable el agua tiene la importancia que merece, es la última puerta que atraviesa este niño, Baltasar Bastián Bux, para retornar con su padre contento de saber realmente quien es.
Pero luego saltó sencillamente al agua cristalina, se sumergió en ella, resopló, salpicó y dejó que una lluvia de gotas centelleantes le corriera por la boca. Bebió y bebió hasta calmar su sed. Y la alegría lo llenó de la cabeza a los pies, alegría de vivir y alegría de ser él mismo.
Resoplamos, nos salpicamos y dejamos que la lluvia de gotas corra por nuestra piel. Y el agua se convierte en espuma de la que también disfrutamos a tope.
Y por cierto, unas lechuzas que provienen del Monasterio de las Estrellas llevan varias noches volando hacia nosotros. Y nuestra amiga Urgl parece inquieta. Sea lo que sea, una sonrisa siempre nos ayudará a superar cualquier reto. Pero esa es otra historia que tras el fin de semana será contada.
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