
No creo que haya en Granada cerdo tan mimado como el nuestro. El tratamiento de belleza incluía cepillado, refrescón y lavado; por poco se muere del gusto.




Luego, en el laboratorio de la bruja echamos más de una mano a los animales.
Tras contar a la sombra de la morera "El viejo que mascaba hojas de tabaco", fuimos a aliviar el peso de los brazos de un anciano peral.
Y luego un merecido manguerazo fresquito y resbaloso.
Incluso sacamos un ratito para la plácida lectura.

Y por cierto, la fotonovela comienza a tomar forma. Como anticipo una dramática escena.

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