Hace una semana que comenzamos este turno en la estación espacial veguera y las cosas marchan muy bien. En ocasiones nos cuenta un poco parar y escuchar; le echaremos la culpa al calor y a los mil estímulos que se nos entrecruzan (objeto de distracción pero esencia del lugar donde nos encontramos).
En la asamblea contamos la historia de la constelación Pegaso, el único caballo alado que ha existido sobre la Tierra; cuentan que nació de la sangre de Medusa y que terminó transportando los rayos y relámpagos de Zeus en el carro de la Aurora que cada mañana anuncia lo llegada del sol.
De las leyendas a la ciencia: seguimos visualizando algunos experimentos relacionados con la luz. En este caso verificamos que el mundo se ve diferente en función del cristal a través del cual lo miramos.
Andrés nos trajo un bonito sistema solar y nos lo describió con mucha propiedad.
El grupo de los satélites recogió una planta de la huerta que sabe mucho de astronomía: los girasoles, que se empeñan en seguir al sol con la mirada hasta que terminan sus días cansados y cabizbajos. Hemos sacado las pepitas y les hemos dejado secando al sol.
También hicieron unas deliciosas gelatinas de limón y de fresa a las que les incorporamos frutos de nuestro moral y otros pedacitos de fruta. Estaba para chuparse los dedos.
Hoy les toco a las estrellas el manguerazo. Una vez fresquitos jugamos a poner palabras de nuestro sistema solar con los cuerpos y fuimos atacados por meteoritos de colores con los que echamos unas risas.
Al final de la mañana asistimos al lanzamiento de una nave espacial. Con un poco de imaginación transformamos una bolsita de te en un cohete propulsado al espacio exterior. Algo tan sencillo les resultó fascinante. Algo casi tan espectacular como el vídeo que os mostramos.
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