Empezamos encontrando una nota tras el cuadro del retrato de Verne que ponía:
Pour être un vraie Vernianne vous devez appliquer tout ce que vous avez appris. Danser autour le monde. Inventer votre machine. Jouer avec mes romans. Bon chance!
Il faut suivre les indications du robot qui voyagera du passé.
J. Verne. (Juillet 1900) Mobile in mobilis.
Aquel texto en francés fue traducido al español por Vero y nos dimos cuenta de que algo raro estaba por venir. Y no nos equivocamos.
Tras la merienda, apareció un robot que parecía haber viajado en el tiempo; imitaba a un Julio Verne joven que nos animaba a danzar por el mundo, crear nuestros propios ingenios y a jugar con sus novelas.
Y es que pusimos en valor las capacidades de algunos de nosotros. Marina toco el piano, los Pablos bailaron flamenco, Miguel Ian movía las orejas al tiempo que Alberto hacía rítmicas pedorretas con las manos, Eva tocaba dos flautas a la vez y una por la nariz, Guille daba volteretas y saltos sin pausa, María tocaba la flauta dulce, ...
Y la pasión por las moras nos convertía en primates que se trepaban por los árboles. A otros el calor les obligaba a meterse en un barreño como si de un bebe en la barriga de la mama se tratase.
Un día tan loco que hubo que rematarlo con unos pinchitos de fruta elaborados por la tripulación del Columbiad, a ver si las vitaminas y lo fresquito nos devolvían algo de cordura.
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