martes, 11 de julio de 2023

Capítulo VII: Vetusta Morla y la vida lenta.

Ya habíamos escuchado sus lamentos y hoy sonó su profunda voz entre los ecos de nuestra acequia. En corro la escuchamos con atención, era la voz de Morla, la anciana tortuga del Pantano de la Tristeza. Su soledad es tal que habla consigo misma y su desilusión y desidia no tiene límites. Tal vez te vuelves vetusto cuando pierdes la esperanza. 

Escuchamos su voz que decía:

Mira vieja, mucho tiempo hacía que no nos movíamos del Pantano de la Tristeza. Pero qué importancia tiene, muy poco para nosotras. Y mira vieja, pequeños humanos en el Mar de Hierba, hablando rápido, moviéndose rápido como si algo de lo que hacen fuese urgente o importante

Somos viejas, pequeños y pequeñas, demasiado viejas y hemos vivido bastante. Hemos vivido demasiado. Para quien sabe tanto como nosotras nada es importante ya. Todo se repite eternamente: el día y la noche, el verano y el invierno…, el mundo está vacío y no tiene sentido. Todo se mueve en círculos. Lo que aparece debe desaparecer, y lo que nace debe morir. Todo pasa: el bien y el mal, la estupidez y la sabiduría, la belleza y la fealdad. Todo está vacío. Nada es verdad. Nada es importante.

Pero Atreyu es muy cabezota y nos ha pedido que os hagamos una visita, verdad vieja. No sé si saben que soy Morla, la vetusta tortuga y que como nadie me visita hablo conmigo para no aburrirme. Atreyu ya está mayor, pero no tanto como nosotras. Es sabio, pero no tanto como nosotras. Y vieja, sigue siendo un guerrero con esperanza.Y fíjate, me ha pedido que invite a la lentitud a estos niños y niñas que parecen moscas zumbando de un sitio para otro, hablando rápido y fuerte sin enterarse de nada. Este es el reto: tenéis que superar pruebas donde lo que importa es hacerlo todo muy, muy, muy despacio. 

Pues que tengáis suerte, aunque si no la tenéis tampoco es importante. Pequeños y pequeñas, todo es inútil y aburre. Vieja ya les hemos transmitido el mensaje. Ahora hacer lo que queráis y ¡dejarnos en paz!

Y eso hicimos, la dejamos hundirse en su ciénaga y nos pusimos a jugar. Pero en esta ocasión, la clave era la tranquilidad y la lentitud. 


Uno de los retos consistía en pasar muy despacio sin tocar los hilos de un circuito. Había que proceder en cámara lenta. 




Otro, moverse por el espacio hasta que nos convertíamos en trolls petrificados. En ese momento, pasase lo que pasase, nuestra única opción era la quietud. 




En el tercer reto debíamos hacer una carrera de tortugas, desplazando un aro al tiempo que enrollábamos la cuerda en un palo circular. Avanzaban con gran lentitud, que de eso se trataba. Y recorremos una línea de ladrillos desplazando lentos pero seguros nuestros pies para no perder el equilibrio. 


Al final, nos reunimos en corro y nos quedamos en silencio, detenemos también nuestra voz. 


Tras la merienda intentamos ahuyentar el calor con un poco de agua y espuma, parecidas a las babas que correa Morla cuando surge de la ciénaga. 


Nos refrescamos con moderación, que sin agua si que no hay esperanza. Entre todos debemos ser conscientes de su gran valor. 


Y ya sabemos cuales serán los siguientes seis retos... pero esa es otra historia que en otro momento será contada. Primero debemos vivirla ¿o está ya escrita como ocurre en el ciclo sin fin de la Historia Interminable? No. La escribimos al tiempo que la soñamos. 


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