Este viernes, con las primeras luces del sol, aparecieron tres viajeros. Vestían igual y repetían unos lo que decían otros. Nos contaron esto:
Nos presentamos ante vosotros. Traemos una misión. Somos de la Ciudad de Mimbre, de Ýskal. Venimos de más allá del Mar de Niebla. Somos yskálnaris y no tenemos nombre. Salimos de nuestra ciudad más de 10 viajeros y hemos llegado 3 al Mar de Niebla. Pero no echamos a nadie en falta.
No somos capaces de comprender lo que cuentan los cuatro vientos. Los comerrocas, los diminuteses y los silfos nocturnos son capaces de hacer cosas juntos a pesar de sus diferencias. Eso es imposible. Os retamos a que lo demostreis. Os estaremos observando montados en pájaros negros de niebla.
No se creían que, a pesar de ser diferentes, nosotros somos capaces de hacer cosas juntos. Tal vez no lo comprenden por que en Yskal la cooperación se basa en la igualdad entre todos y en la falta de individualidades.
Y aquí colaboramos en todo, como un ejemplo, el modo en el repartimos los productos de la huerta.
Y decidimos demostrárselo al tiempo que los pájaros negros nos sobrevolaban.
Jugamos con la tela de colores, esa que debemos mover coordinados para que consigamos la figuras pretendidas.
Nos divertimos manteando al pelele; si aunamos nuestras fuerzas somos capaces de que alcance el cielo. Y a la soga tira, de nuevo sumamos esfuerzos para generar una fuerza que nosotros solos no podríamos ni imaginar.
Y para refrescarnos un poco hacemos carreras cooperativas donde el agua tiene mucho protagonismo.
Cuando terminamos la ronda de juegos aparece Atreyu, al que se le ve un tanto derrotado. Nos da la enhorabuena por darle la razón a esos peleones cuatro vientos: hemos sido capaces de cooperar gracias a nuestras diferencias.
Y ahora seguimos compartiendo; comienza la gran merendola. Muchas gracias por vuestra colaboración.
Con las barrigas llenas terminamos algunos asuntillos.
Pegamos nuestra foto con Fuyur en el portarretratos y en su reverso, los amigos y amigas nos firman con cariño.
Y nos hacemos una chapa con el Ayrún, que nos hemos hecho merecedores de portarlo.
También, para darle vidilla a libros que dormitaban en nuestras estanterías, los intercambiamos en una feria de los libros vivos.
Y así finaliza este capítulo que continuará con el siguiente en esta historia veraniega sin fin. Pero esa es otra historia que deberá ser contada en otro momento.
Qué jornada más chulética!!! Que la magia de Fantasía llegue a nuestras casas también!!!!
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