Nos enfrentamos a nuevos retos en el Mar de Hierba, completando con ilusión la docena de pruebas.
En las asambleas compartimos las historias sin fin de las libretas viajeras e imaginamos, leyendo la descripción de la novela, distintos personajes. Estos días nos centramos en Xayide, una bruja inquietante y turbadora, con un ojo verde y otro rojo que le inculca deseos inadecuados a Bastián.
También dibujamos a este chico a Baltasar Bastian Bux, que en su viaje por la novela tiene dos descripciones, la suya real (un niño gordo, pálido y bajito) y la soñada en Fantasía. Al final de la novela se reconcilia con su imagen al completar esa ruta donde alcanza su autoestima.
Nos convertimos en Hombres y Mujeres de Hierba y superamos los retos de quienes conocen muy bien a los Búfalos Purpúreos. Lanzamiento de peso, tiro con arco, velocidad, lanzamiento de jabalina, salto de longitud... actividades que curten el carácter.
Los pieles verdes, como también los llamaban, tenían el pelo de color negro azulado e incluso los hombres lo llevaban largo y, a menudo, en trenzas, y su piel era de un color verde oscuro que tiraba un poco a castaño, como el de las aceitunas. Llevaban una vida sumamente sobria, severa y dura, y sus hijos, tanto los chicos como las chicas, eran educados en el valor, la nobleza y el orgullo. Tenían que aprender a soportar el calor, el frío y las privaciones y poner a prueba su arrojo.
En el taller de los Dos Colonos completamos las actividades de la semana pasada, el collar ritual de los Pieles Verdes realizados con plumas, cuentas de madera, de arcilla y de cartón.
También finalizamos el papel vegetal del que presumen algunos. En ellos los gnomos realizan sus anotaciones prácticas o teóricas.
Y limpiamos a los animales y les damos de comer. Aprendemos que tener estos amigos requiere un esfuerzo para que se encuentren sanos y a gusto.
En la huerta recogemos laurel, una planta con multitud de usos medicinales y culinarios. Es importante que conozcamos nuestras plantas y les demos nombre. Tal vez solo así consigamos que existan.
Y recolectamos tomates de ensalada y cherry, auténticas chucherías.
Sacamos un hueco para transformar los limones en polos que nos refrescarán el último día.
Tras la merienda seguimos con los talleres.
En la Biblioteca de Amarganz terminamos de ver la película de la Historia Interminable. Mientras lo hacemos, realizamos una manualidad con las letras de inicio de los veintiséis capítulos del libro. Un mémori. Estos dibujos originales nos muestran gran parte de los personajes y paisajes de esta aventura.
La película que ha envejecido regular, termina en el capítulo doce, el la L. Y el final es infumable, por eso lo hemos evitado. No porque un film sea para gente menuda, tenemos que hacer una gracieta sin sentido que va absolutamente en contra del espíritu del relato.
Esa biblioteca se encuentra en Amarganz, la ciudad de Plata
Todos contemplaban admirados la ciudad de Amarganz, que relucía ante ellos a la luz del sol. El lindero del bosque estaba en una altura y desde allí se disfrutaba de una amplia vista sobre un gran lago, de color casi violeta, rodeado por todos lados de colinas igualmente boscosas. Y en medio de aquel lago estaba Amarganz, la Ciudad de Plata. Y cada casa y cada embarcación eran de plata, de una plata finamente cincelada y artísticamente decorada.
Las aguas color violeta del lago eran tan saladas y amargas que, a la larga, nada podía resistir su poder destructor… nada, salvo la plata. El lago se llamaba Murhu o Lago de las Lágrimas.
Este paisaje lo plasman nuestros artistas con distintos elementos: cola coloreada de amarillo, papel de aluminio y tempera violeta aderezada con sal.
Al tiempo, en el taller de los personajes, hacemos un homenaje a uno de los caballitos más famosos: Artax, el corcel de Atreyu.
Era moteado y pequeño como un caballo salvaje, tenía las patas fuertes y cortas y, sin embargo, era el corcel más rápido y resistente a la redonda. Todavía llevaba silla y bridas, tal como lo había traído Atreyu de la caza.
Su recorrido en la novela es tan corto como noble y su final ha provocado muchas lágrimas. Lo hacemos con un trozo de cartón, unas plantillas, un poco de lana y unas pinzas. Son unos artistas.
Siempre tenemos que dejar cosas atrás para seguir adelante, pero esta es otra historia que será cantada en otro momento.
Gracias por esta ventanita que nos hace ver como aprenden y disfrutan nuestros peques. Sois geniales!!
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