jueves, 26 de julio de 2012

La máquina del tiempo.

Debemos anotar algo insólito. Cuando amaneció en la isla, nos encontramos con nuestra máquina del tiempo fuera del aula. Alguien había tenido la osadía de utilizarla. Y había dejado una nota firmada por D.D., indicando como única pista que era londinense.

Ante la incredulidad de algunos, Marina se atrevió a sentarse en este artefacto de alta tecnología y a punto estuvimos de perderla en algún tiempo pasado o futuro. Conectamos la máquina del tiempo al ordenador para ver si en su disco duro se almacenaba alguna información de interés.  Nuestra sorpresa fue mayúscula al contemplar a ... 
Mañana lo desvelaremos.



Como teníamos el corazón demasiado sobresaltado para disponernos a realizar las tareas matutinas, Marta y Lucía nos amansaron el alma con su música. Nos encantó el miniconcierto de guitarra y violín que nos regalaron. Son unas interpretes geniales.


Y después a currar. Los caníbales abonaron la huerta y recogieron peras. Además, elaboraron con el color de los periquitos (la flor, se entiende) un marcapáginas donde se conjuga naturaleza y poesía. 

 
Los marineros, después de limpiar a fondo el corral, el cerdo y el tortuguero, nos convertimos en luthiers y realizamos un cascabel indígena. Edu puso mucho esmero, paciencia y constancia en la decoración con las lanas. 

 

Los náufragos le dieron a la arcilla y se lo tomaron tan a pecho que terminaron tatuados con el barro (una buena terapia para la piel).

 









Al final de la mañana nos obsequiamos con unos brotes aliñados germinados por nosotros mismos y un fresquito polo de limón con mucha vitamina C.

Y es evidente que se acerca el final por que a alguno de los isleños le esta saliendo un gran mostacho.

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