Debemos anotar algo insólito. Cuando amaneció en la isla, nos encontramos con nuestra máquina del tiempo fuera del aula. Alguien había tenido la osadía de utilizarla. Y había dejado una nota firmada por D.D., indicando como única pista que era londinense.
Ante la incredulidad de algunos, Marina se atrevió a sentarse en este artefacto de alta tecnología y a punto estuvimos de perderla en algún tiempo pasado o futuro. Conectamos la máquina del tiempo al ordenador para ver si en su disco duro se almacenaba alguna información de interés. Nuestra sorpresa fue mayúscula al contemplar a ...
Mañana lo desvelaremos.
Mañana lo desvelaremos.
Como teníamos el corazón demasiado sobresaltado para disponernos a realizar las tareas matutinas, Marta y Lucía nos amansaron el alma con su música. Nos encantó el miniconcierto de guitarra y violín que nos regalaron. Son unas interpretes geniales.
Y después a currar. Los caníbales abonaron la huerta y recogieron peras. Además, elaboraron con el color de los periquitos (la flor, se entiende) un marcapáginas donde se conjuga naturaleza y poesía.
Los marineros, después de limpiar a fondo el corral, el cerdo y el tortuguero, nos convertimos en luthiers y realizamos un cascabel indígena. Edu puso mucho esmero, paciencia y constancia en la decoración con las lanas.
Los náufragos le dieron a la arcilla y
se lo tomaron tan a pecho que terminaron tatuados con el barro (una
buena terapia para la piel).
Al final de la mañana nos obsequiamos con unos brotes aliñados germinados por nosotros mismos y un fresquito polo de limón con mucha vitamina C.
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