Los econautas no deben perder la perspectiva para saber de donde vienen las cosas que comemos y el esfuerzo que supone. Es un modo de respetar nuestro entorno rural y natural, de respetarnos a nosotros mismos.
Cuando convives con los animales del corral, cuando recoges hortalizas de la huerta te das cuenta de la diferencia entre precio y valor; te permite salir de esa burbuja urbana y entender mejor el planeta en el que vivimos.
Y abres ventanas a nuevas sensaciones y emociones, tan antiguas como nuestra civilización. Parece todo muy sesudo, pero estos conceptos hay que leerlos entre líneas cuando recogemos un tomate y le damos un muerdo o sostenemos en las manos un huevo de gallina que mantiene aún el calor del plumón que lo protegía.
Nuestros econautas han recogido tomates cherry, tomates pera y gordos, pimientos, lechugas, berenjenas, calabacines...
Y los cherrys los limpiamos y cortamos para zampárnoslos como las más saludables chucherías.
Los animales los tocamos y los observamos al derecho y al revés.
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