En uno de los viajes en los que con su drakar remontó el río Sena para llegar a París, nuestro navegante aprendió tres juegos franceses.

Versión francesa de la rayuela. Se traza sobre el pavimento el dibujo en espiral. Se decide con cuál pie se va a saltar y se comienza en la casilla número uno, saltando a la pata coja en cada casilla. Si se pisa la raya, se pierde el turno.
Se salta hasta el centro donde se puede descansar y se regresa saltando en el mismo pie. Al finalizar se puede escoger una casilla como “casa” y marcarla con su nombre. Nadie más puede saltar en ella y solo el dueño puede parar a descansar allí con los dos pies. El juego se termina cuando el caracol está poblado de casas y ya nadie puede pasar hasta el centro.

Pétanque.
También es conocido como "boules". Requiere bolas de metal y una superficie de arena para jugar, ya que cada jugador trata de tirar la pelota lo más cerca posible de la bola principal.

Las cartas son repartidas al azar a los jugadores.
El que tiene la carta más alta gana todas las demás y se queda con ellas. Si la carta más alta coincide en dos o más jugadores, estos cogen otra carta del mazo a fin de decidir cuál ganará.


No hay como viajar para aprender historias nuevas.
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