Y nos trae un merecido certificado de haber cumplido con los objetivos de estos días divertirnos con nuestras locuras, sonreir como el gato impredecible y aprovechar el tiempo del reloj del conejo blanco pero sin necesidad de estar tan estresados.
Finalmente nos invita a jugar al ajedrez desconociendo sus normas. Y eso es lo que hacemos. Realizamos divertidos juegos con los peones, torres, alfiles, caballos, torres y la realeza de un ajedrez de tamaño considerable.Manteamos al rey y a la reina. Hacemos carreras de relevos para volver locos a los tranquilos peones.
Atravesamos un puente con cuidado de no sacar al peón de sus casillas y adivinamos quién se esconde tras la tela de colores.
Ponemos a prueba nuestra puntería con distintas modalidades de lanzamientos. El objetivo, atinar con las piezas del ajedrez y lanzarlas por los aires.
Tras estos juegos en los que, grandes y pequeños se aprenden las piezas del ajedrez, llega el momento de la merienda compartida. Muchas gracias a las familias por vuestras aportaciones culinarias.
Una sorpresa inesperada. Aparece nuestra amiga Mónica. Cuanto le agradecemos que haya venido a pasar un ratito con nosotros. Todos le damos un aplauso muy grande por que va a ser una maestra sensacional. Ha hecho las oposiciones y no le han cortado la cabeza.
Y tras un poco de fiestuqui pasada por agua, nos preparamos los certificados que nos regaló el Sombrerero. Dibujamos su cara, dejamos nuestra huella en un reloj que nos mira y sonríe. También damos color a nuestra sonrisa representada por el pelaje de un bonito gato de Cheshire.
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