Y llegamos al décimo día, uno de los más gloriciosos, donde grandes y pequeños mostramos mucha muchedad.
Nada más llegar, celebramos tres cumpleaños, el de Helena que cumple hoy, el de Valentina, mañana y el de Emi el domingo. Y a los demás les felicitamos, como siempre, el día.
Y aparece el Sombrerero Loco. Saluda al gato de Cheshire, al espantapájaros y anuncia un día muy especial. Nos invita a jugar al ajedrez y a las cartas, sin saber jugar ni a una cosa ni a otra. E improvisa lo más grande ante el revoloteo de una bola inquieta de rizos de los más simpática.
La vida es un juego, el mundo un tablero de ajedrez y nosotros jugamos las cartas que tenemos en las manos sin predestinaciones, sino con el esfuerzo de deshacernos de las que no deseamos y de elegir otras del mazo de los sueños pretendidos. ¡Misébiles, cuanta filosofía barata rijando por la solea!
Cuando se marcha empezamos con la ronda de juegos.
Atinar con la figura de ajedrez y colar las bolas bajo el arco de naipes.
Mantear los peones blancos y negros (tal vez buscando una deseada escala de grises) y las carreras locas cooperativas con las cartas. Descubrir la pieza escondida y recorrer el peligroso puente.
Tras estos juegos salidos de la maleta raída del sombrerero, la esperada merienda compartida. Nos zampamos estas deliciosas viandas con musiquita de la buena a un volumen correcto. Muchas gracias a las familias por seguirnos el rollo y obsequiarnos con tantos deliciosos regalos en los que pone bébeme y cómeme.
Y de repente, saliendo entre el maíz después de bucear por la acequia Tarramonta, aparece el querido, entrañable y simpático Pez-Sajero.
Nos trae los certificados que certifican que está más que certificado que tenemos un certificado para certificar nuestra certificada locura.
Los completamos haciendo la cara del sombrerero, poniendo nuestra huella en el reloj del conejo blanco al que colocamos dos grandes ojos y coloreando el Gata de Cheshire. Y conseguimos hacerlo con una tranquilidad propia de la magia de los cuentos.
Finalmente, antes de la sentida despedida, nos buscamos unos a otros pidiéndonos nuestra firma. Este ratito ha sido muy emotivo, de veras.
Y no nos olvidamos de dar las gracias a Aroa por los obsequios que ha elaborado para cada uno de los monitores: para Adri, Moha, Elena, Cesar, Elvira y el gran Pepe que regresa al oeste, a su añorada Extremadura.
Y a los malos rollos... ¡Qué le corten la cabeza!
Nos encantan vuestros vídeos!
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