Hoy hemos finalizado la tercera promoción de niños y niñas econautas. Y ha sido como se merecía este magnífico grupo en el que no han surgido ningún tipo de conflicto.
Nada más leer el hábito que colgamos en el Tilo de las buenas intenciones, la Doctora X anunció la llegada de un ser extraordinario, un alienígena procedente del Forest-Planet.
Al llegar no lo entendíamos, pero rápidamente aprendió nuestro idioma. Sus manos disponen de esas micorrizas que convierten a los bosques en un gigantesco ser vivo interconectado. Al traducir su largo e impronunciable nombre resultó llamarse Pepe.
Nos dijo que siempre había vivido en su bosque donde tenía todo lo que necesitaba. Los mayores del lugar contaban que al otro lado de las montañas, esas que rodeaban la foresta al Norte, Sur, Este y Oeste, existían otros bosques tan maravillosos como el suyo. Por eso se llamaba el Planeta Bosque.
Pero nadie los había visto en decenas y decenas de lunas. Y este extraterrestre de un exoplaneta lejano decidió salir de su círculo de confort, de la linde del bosque. Atravesó con gran dificultad las montañas Norte y al otro lado no encontró lo que esperaba. Solo cenizas y las huellas de los socavadores; al Sur un bosque contaminado de sustancias tóxicas y la huella de los socavadores; al Este un bosque podrido sumergido en una ciénaga de aguas sucias y la huella de los socavadores; y al Oeste un bosque cuyas ramas y hojas habían sido sustituidas por plásticos de muchos colores... y las huellas de los socavadores.
En todos los casos, con tiempo, intención y mucha ayuda consiguió, con la colaboración de los resistentes, recuperar los bosques. Pero ¿Qué hubiera ocurrido si la comodidad y el conformismo lo hubiera anclado en su confortable bosque?
Cuando se marchó usando también el trasmutador, realizamos una manualidad muy creativa: un bosque plastificado hecho con tiras de bolsas de plástico.
Al finalizarlo, conseguimos unos segundos de silencio para sentir lo triste que puede ser que vivamos en mundo con mares, islas y bosques plastificados.
Luego la merienda compartida. Levantamos los platos y os dimos gracias a vosotros y a la Tierra por tener tan ricos alimentos en la mesa.
Pero tras la merienda era imprescindible una super fiesta bailona. La sorpresa es que participó en ella en Canosonauta. Nos reímos un montón y movimos como locos el esqueleto.
Terminamos la mañana dibujando un bosque herido por los socavadores y dedicando un rato a lo más importante que hemos hecho en estos diez días. Encontrarnos con los amigos y amigas y pedirles su firma como recuerdo de nuestra estancia en la guarida Econauta.
Feliz verano y no olvidéis de nosotros y nosotras y de que sois ¡Econautas!