No se puede decir otra cosa: ha sido un grupo genial con el que hemos trabajado muy cómodos y nos hemos echado muchas risas.
Los mayores han ayudado un montón a los más pequeños; la circunstancia a la que nos condujo la pandemia de trabajar con unidades familiares, mezclando edades, ofrece infinitas oportunidades educativas y de convivencia. Romper el grupo edad al que generalmente estamos avocados presenta dificultades iniciales pero genera situaciones de las que todos y todas aprendemos un montón; es una situación mucho más cercana a la realidad en la que viviremos.
Además, y es de lo más bonito que se puede vivir, los econautas llegaban todas las mañanas encendidos, chispeantes.
Hoy iniciamos la mañana con una ronda de tres actividades. Realizamos una pancarta con el lema "Una Mano al Planeta". Al rededor del texto escrito con tizas de colores, fuimos estampando las huellas de nuestras manos. Trabajamos colaborativamente por parejas.
Una mano al planeta en realidad es una mano a las generaciones futuras. La Tierra no nos necesita, somos prescindibles. Pero la continuidad de nuestra especie, la felicidad de los que nos precederán, esos si que necesitan manos generosas de todos los colores y tamaños.
También hicimos un taller en los que nos elaboramos un twister econauta donde, en vez de pies y manos, se usan los dedos de la mano. Consta del pequeño tablero de juego y de una ruleta que mara el dedo que debemos utilizar y el símbolo donde lo tenemos que situar.
Un segundo taller tenía como fruto la realización de un domino con los personajes de la Liga Biocity. Es una actividad que nos enseña a recortar y a organizarnos nuestro espacio de trabajo.
Y cuando terminamos, llamamos a Canosonauta. Y tras la metamorfosis en el Transmutador, aparece.
Además de hacer el tonto como es habitual en este econauta al que se le ha fundido el seso, nos dio la enhorabuena por el trabajo realizado y nos transmitió un mensaje de la Doctora X: nos hemos convertido en auténticos econautas defensores de las ciudades vivas.
Y comienza la gran merendola compartida. Colocamos todos los manjares en una mesa y cada niño y niña se van acercando con su plato pero no tocan la comida. De eso se encarga un equipazo que vale para un roto y un descosido.
Repartimos las compotas y terminamos con aplausos para todos y con unos segundos de silencio no por ninguna perdida, sino para vencer también a esa faceta de los socavadores: el ruido. Menos ruido y más silencios para poder escuchar.
Feliz verano. Y que el espíritu econauta os acompañe.
Maravilloso día, y maravilloso equipo de trabajo el de la granja.
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
Papá de Álvaro Pérez